El primero...

Venus

Piccolini Todos en Volver
Pico y Pablo Pablo
Batería: Lautaro Cotet y Martín Millan
Bajo: Gustavo Senmartín
Guitarra: Pablo Heredia
Coros y Efectos: Marina Olmi
Piano eléctrico, acústico, sintes, guitarra, voz y programación: Guillermo Piccolini

Invitados en el disco: Santiago Vázquez (batería), Santiago Guerrero (batería), Antonio y Juan Luppi -hijos de Marina- (voces), Salvador Piccoloni (AdLib, syntesizer e inspiración), Alejandra Barrera (sitar), Rodrigo (guitarra), M.A. Talarita (trompeta), Axel Kryegel (saxo barítono), Sebastián Schachtel (acordeón) y Gabriel Carámbula (guitarra).

 

planeta venus

Se puede establecer dentro del dominio del rock argentino -como en cualquier otro ámbito- un paralelismo entre sus protagonistas y las figuras que los inspiran o que sintetizan -del otro lado de la frontera- su propio brillo y sus preferencias más íntimas. Fito Páez y Charly García eran Prince cuando el gusto compartido por ese funk orgánico, secuenciado y bailarín azotó las costas de los años ochenta; Andrés Calamaro era mitad Tom Waits en su desesperación romántica y mitad Lou Reed en su paseo clandestino de vigilia y ojos abiertos; los Ratones Paranoicos eran quienes querían ser..., tal vez demasiado.

Extendiendo esa correspondencia genealógica, Guillermo Piccolini se ubicaría debajo de las ramas de un dúo cercano: Bryan Ferry -con su aire elegante y sus fibras bien europeas- y Brian Eno -con su sensibilidad amplísima y su afición por el cambio constante-. De este último, confiesa: "Es como los Beatles. Me da vergüenza decirlo, pero conozco cada uno de sus discos mucho mejor que los de Almendra". Después de alcanzar la masividad en España con su grupo Los Toreros Muertos y grabar dos discos junto a Roberto Pettinatto en Pachuco Cadáver, Piccolini pasó por las filas de varios grupos argentinos -produjo Tracka Tracka de El Otro Yo y la mitad de ese sugestivo e inédito disco de Morfi & Vinacho, tocó con Man Ray- antes de formar su propio Planeta Piccolini. Al rato se decidió por una sola esfera del sistema solar, y cambió de nombre por Venus. Hace un tiempo apareció un single en vinilo, que adelantó apenas un pequeño meteorito del contenido del primer disco.

Venus exhibe un recorrido inteligente por el rock inglés más elegante, adicionando sin prejuicios baladas en inglés con secuencias electrónicas y melodías sucias y cuidadas, en una de las sorpresas discográficas de fin de año. Entre el eclecticismo y la síntesis, parece encerrar muchas de las pasiones que Piccolini guarda desde que empezó a escuchar y a tocar música, aunque muchas veces las guardaba para tocar otras cosas o las interpretaba en silencio. Venus aparece, además, en medio de un panorama desértico que mostró novedades refrescantes demasiado aisladas.

Guillermo Piccolini, junto a su grupo Venus, acaba de editar un disco hipnótico y abarcable a la vez que le saca jugo a un espacio casi inexplorado dentro de los límites del rock argentino: la música inteligente. Después de un camino singular que incluye a los Toreros Muertos en España, al dúo Pachuco Cadáver con Pettinatto y breves pasajes por algunos grupos argentinos, Piccolini parece concretar ahora algo que siempre quiso, atravesando sin miedo aguas tan diversas como el dark, el reggae, la balada y la experimentación.
"Yo vengo del blues: empecé tocando con Javier Martínez. Cuando estaba en España, mi grupo argentino favorito era Memphis. Aunque ahora están más cerca de lo melódico -y me parece bien-, ¿qué nos queda del rock? Del pop nos queda el techno. Sin embargo, el rock parece los Grandes Valores del Tango, una estética totalmente conservadora, ejecutantes de una música de hace veinte años, que en ese momento se hacía mejor. En el pop de Leo García y todos los de Índice Virgen que son muy buenos: yo me siento más cerca de ellos aunque generacionalmente soy más grande."

Esa experiencia que lo separa en el tiempo de los músicos más nuevos lo acercan, sin duda, en su búsqueda por mostrar otros costados, acercar puntas de estilos que aparentan vivir muy lejos. ¿Es posible proseguir ese camino en un país donde los músicos que se alejan apenas de los ejes duros de la música "popular" sólo pueden editarse a ellos mismos? Aparentemente si, y este disco, junto con algunos otros del 99, parecen confirmarlo. "Fui de los primeros en sacar discos hechos en casa. Ahora estoy poco cansado y ya no les tengo miedo a las multinacionales. Creo que son un canal para vender un disco, que no es más que un pedazo de plástico que pueden tener emociones y cosas maravillosas, pero que al final en la disquería termina costando veinte pesos. Todos son iguales ante las bateas: el independiente, el de la multinacional, el tuyo y el mío. Con Los Toreros pasamos de tocar en un pub a enfrentar a cincuenta mil personas. La promoción sí cuenta: los discos de Pachuco, por ejemplo, los tiraron a la basura. Nadie los vio. En todo el mundo, soy el tipo que más escuchó de Pachuco Cadáver" (risas).

De todas maneras, todos los días y las noches en el estudio, en la sala de ensayo, sobre el escenario y ante el escritorio de la compañía discográfica, tienen una razón y un solo sostén: las canciones. Esas que vienen de hace mucho tiempo atrás y las que Piccolini inventó ayer. "En un momento cambiamos de nombre, algunos integrantes se fueron y vinieron algunos nuevos. Los temas siguieron siendo los mismos, y las ideas siguieron evolucionando. Varias de las canciones tienen diez años de existencia, y otras se hicieron para el disco. Fue tanto el esfuerzo de hacer el álbum a pulmón que quedamos agotados". En ese momento se incorporó Marina Olmi -la mujer de Piccolini y una Venus adentro de Venus- para interpretar algunas canciones e inyectarle una energía teatral que el grupo tal vez tenía pero no mostraba del todo. Las performances entonces acercaron todavía más rasgos de aquellas leyendas admiradas por el multiinstrumentista: las huellas de Roxy Music, de Velvet Underground y Bowie se hicieron más evidentes y trastocaron un grupo de rock en colectivo músico-teatral. "La teatralidad de Venus empieza con Marina. Ese proceso fue tremendo: algunos integrantes no aguantaron y se fueron. A mí también me costó muchísimo aceptarlo: tocar con su pareja puede ser muy raro. Durante todo un tema, en vez de cantar, Marina se reía todo el tiempo, y yo me preguntaba ¿qué es esto? Ahora estoy seguro de que sin ella, Venus sería un grupo convencional. Además, me gusta que provoque rechazo, el rock es supermachista. Como dice Breton: "La aprobación del público debe rehuirse ante todo."

En el medio de climas que parecen atemporales -¿Joy Division o el pop despojado del futuro?-, una balada vuela por los aires. Espuma, envuelta en guitarras acústicas y electrónica tenue, evoca ciertos sabores del rock español: sobre todo en la voz, que no está afectada, como ocurre con esos músicos que después de un par de temporadas en Madrid ya dicen "vídeo" en vez de video. Sin embargo, al final explota en un micro torbellino que levanta alpinos puentes con el resto del álbum, confirmando ese aire de homogeneidad que parece subyacer durante los cuarenta y cinco minutos que dura este debut: "Venus es un territorio de libertad y rigor. No es producto de una zapada, pero hay mucha libertad estilística. Podemos pasar de un vals a un tema tipo Captain Beefheart, saltar de B-52' s hacia Dr. Feelgood. Sin embargo, todo suena bastante homogéneo. En algunas canciones toca todo el grupo, en otras sólo con Marina; y si las ponés una al lado de la otra tienen mucho que ver. "Me sigo maravillando por eso". En la versión de Tomorrow Never Knows de los Beatles se puede apreciar ese péndulo constante entre un pop que se deja cantar y la extrañeza y el riesgo de probar constantemente que anima a Piccolini. Además de constituir lo que parece ser el primer disco "personal" que graba, también representa una transición fuerte y alguna forma de final. "Durante la grabación me pareció que era el último disco de rock que hacía. Me daba la sensación de que estaba dando vuelta la página: pasó de ser un disco tocado por un grupo a convertirse en un territorio abierto. El otro día fui a una disquería y lo encontré en la sección de rock internacional, y me pareció que algo de razón tenían al ponerlo ahí. Por un lado, me gustaría que esté en la de rock nacional, pero me encantó verlo al lado de Velvet Underground. Uno siempre va a ver si hay alguna reedición... De paso, podés encontrarte con Venus."  

Por Federico Novick
Foto Ernestina Pais
de Los Inrockuptibles

Venus (DBN)

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